miércoles, 21 de octubre de 2009

Presentacion del Libro en APA:Comentario de Hector Pavon


Foto:Presentacion del Libro en APA Comentario de : Héctor Pavón, Revista Cultural Ñ , Diario Clarín

Presentación del libro Psicoanálisis y Sociedad en APA

Este es un libro que en lo personal estaba esperando desde hace tiempo. Desde los medios, campo de mi especialidad, existe el preconcepto de que los psicoanalistas están inhibidos y desinteresados de analizar fenómenos sociales y que sólo pueden atender demandas individuales. Y aunque ha habido intentos aislados de manifestar una relación entre el diván y el campo social, no conozco en lo personal trabajos como este que aborden tan directamente la relación y con ejemplos tan claros.
Este libro se refiere o toma en parte la situación de los tan particulares años noventa argentinos. Los noventa y sus consecuencias en el siglo XXI generaron políticas que redujeron el papel del Estado y debilitaron los lazos sociales tanto en Latinoamérica como en gran parte del mundo. Fue un contexto en que el discurso neoliberal dio por lógicas y necesarias una serie de medidas que minaron y destruyeron una estructura social que, aunque débil, todavía protegía al individuo en tanto integrante de una comunidad. Las políticas socioecónomicas y sus consecuencias todavía se sienten y aunque hubo medidas para recomponer esa situación, hay miles de personas que quedaron fuera del sistema y que nunca más podrán reingresar. Vulnerados socialmente, sometidos a la inequidad y a la negligencia del estado, millones de personas comenzaron a padecer esas consecuencias y a expresarlas en su cuerpo y en su psiquis.
Esta situación repercutió en las clases bajas y medias argentinas y afectó seriamente las subjetividades ocasionando más y nuevas psicopatologías. Las problemáticas sociales que se masificaban, y que no eran excepcionales, generaban angustias y temores difíciles de subsanar. El contacto con el mundo psi comenzó a ser un hecho casi familiar. La crisis se volvió palabra frecuente, la angustia un estado permanente. Y quienes se convertían en pacientes no acudían en masa al diván del psicoanalista sino que empezaron a frecuentar terapias conductistas, sistémicas, grupales, ligadas a las neurociencias, entre otras, que empezaron a ganar terreno ofreciendo tratamientos breves y respuestas inmediatas. Algo que mellaba la credibilidad de los largos e intrigantes tratamientos psicoanalíticos a los que se sometían angustiados argentinos.
La falta de herramientas para analizar fenómenos como la desocupación, la pobreza, catástrofes, aquellas donde el estado, la negligencia, la naturaleza o el destino operan destructivamente sobre las personas generaba un sentimiento contrario a los tiempos del diván.
Las posibles carencias de la técnica freudiana fueron aprovechadas en los últimos años por las terapias alternativas mencionadas. Unas prometían soluciones a corto plazo y otras, el medicamento que podía atacar la raíz de un problema que en algunos casos podía ser de raíz neurológica y en otros no.
Creo que en algún punto este libro puede devolver la “fe” en el psicoanálisis en algunos ex pacientes como yo que habían perdido el entusiasmo en esta terapia al pensar que los psicoanalistas seguían analizando los síntomas sociales en su individualidad y no en la subjetividad conjunta
En una entrevista que mantuve con Elisabeth Roudinesco ella señaló que "Hay un cuestionamiento radical desde la biología y las neuro-ciencias. Consideran que el psicoanálisis no vale nada, que no es científico que todo viene del cerebro, que la locura, la neurosis, van a resolverse mediante tratamientos neurológicos. Dicen que el psicoanálisis no es eficaz. Eso es porque vivimos en sociedades en las cuales se busca la rentabilidad, los resultados y la cura inmediata." Pero al mismo tiempo ella acusaba: "Los psicoanalistas actuales tienen cierto desconocimiento de la evolución política de las sociedades, muchos se volvieron conservadores. No entendieron bien la evolución de la homosexualidad, de la familia, no vieron venir los cambios. Pero no es el psicoanálisis lo que critico sino a los psicoanalistas".
Esta observación me alertó a pensar que la supervivencia del psicoanálisis dependía de una visión más amplia por un lado, en el sentido de ver qué pasaba en la sociedad y más puntual por el otro para poder analizar problemáticas que suelen llegar al consultorio como, por ejemplo, las de las nuevas familias.
Por otro lado, en las guardias de los hospitales que cuentan con atención psicológica se atienden miles de consultas mensuales. Estados depresivos ligados a la situación laboral y social, angustias y ansiedad que se traducen en aislamiento social y hasta en el temor a salir a la calle. La ampliación de la cantidad y tipos de psicopatologías puso en evidencia la disputa por el ampliado e interesante mercado de la salud. La crisis de 2001, la incertidumbre ante el rápido crecimiento de la desocupación y de la precariedad del empleo, la falta de horizontes definidos a nivel personal y a nivel país multiplicaron las consultas en todos los ámbitos, pero especialmente en el público y en el de la consulta a través de las prepagas.
Quizás los que han estado en el foco de la tormenta más en particular han sido los lacanianos, encarnación del mal para algunos, escuchas silenciosos según otros desde un acotado saber popular. Sobre ellos se ha dicho que han subestimado el impacto traumático de un hecho trágico, que siempre trabajan sobre la historia previa del paciente. Pero algo similar y opuesto ocurre con las terapias breves que no se dan cuenta de que el problema no es la temporalidad sino cómo se define y se diagnostica el problema en una dimensión integral. Por otro lado, los tratamientos con terapias cognitivas, que suelen atender pacientes a través de la medicina prepaga, terminan sospechosamente a las 30 sesiones, es decir cuando finaliza la cobertura. Obviamente el problema continúa después de esa alta forzosa.
Hay quienes sostienen que el psicoanálisis debe mirar a las ciencias sociales y de allí extraer aportes para ampliar la mirada en las problemáticas que llegan al hospital y al consultorio.
Hace pocos años un grupo de psicoanalistas organizaron unas Jornadas sobre "Clínica psicoanalítica ante las catástrofes sociales. La experiencia argentina" cuyas ponencias se publicaron en un libro del mismo nombre. Los autores señalaban que lamentablemente, ante hechos como el terrorismo de Estado, la guerra de Malvinas, el atentado a la Embajada de Israel, el atentado a la AMIA, el estallido del arsenal de Río Tercero, los analistas argentinos fueron haciendo experiencia. Muchos de los perjudicados por el caso Cromañón, por ejemplo, han debido recibir asistencia en salud mental. Algunos de ellos fueron y son atendidos por psicoanalistas.
Esta experiencia en particular ha sido cruelmente positiva.
Vuelvo al punto de partida, este libro se vuelve necesario, es una herramienta que focaliza y evidencia el puente ya concretado entre la terapia y la sociedad como suma de individuos. Retomo a Cecilia Moise cuando escribe: "El psicoanálisis no sólo cura sino que también previene". Después señala que desde hace años los psicoanalistas trabajan en lo social y desarrollan su actividad más allá del diván. Me permito decir que esa actividad no tiene una gran visibilidad, todavía los psicoanalistas son considerados intelectuales en un sentido peyorativo de la palabra. Todavía cuesta verlos integrados en un campo de asistencia popular de la salud mental.
Pero este libro también muestra experiencias posibles y tangibles. El análisis de las heridas del terrorismo mundial y su impacto en quienes lo han padecido y en quienes creen que lo pueden padecer. La maldad en la política, la historia, la literatura y la vida cotidiana dan pie para hablar de experiencias traumáticas que surgen de los totalitarismos como el que padecimos a fines de los 70.
Un fenómeno como el de la emigración también es abordado. A principios de este siglo Ezeiza se había convertido en la rampa por la que se escapaba el futuro argentino. Día a día, en un agónico e interminable drenaje, jóvenes con un título bajo el brazo salían rumbo al Primer Mundo llevando sus sueños, proyectos y el bagaje académico adquirido en universidades argentinas. La ilusión estaba en marcha, pero la desilusión estaba a la vuelta de la esquina. Y surgía el dolor de quienes se quedaban viendo como partían sus hijos. Y algunos, además, creen ver en esa partida el retorno a la tierra que abandonaron medio siglo antes. Una ilusión conformista.
Es muy atinada la pregunta que cierra el capítulo “Incertidumbre, confianza, desconfianza”: “¿No es acaso muy reducido pensar un paciente desde el estrecho marco del consultorio ignorando lo que pasa afuera, a menos que pongan una bomba, tiren las torres gemelas o pase un huracán? ¿Hay alguien que puede nacer, crecer sin necesitar una sucesión de otros que aportarán a la construcción de sus subjetividad? Otros, que en su conjunto, forman parte de esa sociedad”.
No es casual que el libro contenga un capítulo dedicado a Cromañón, es la tragedia y crisis política como consecuencia que marcaron la vida de Buenos Aires de los últimos 3 años. La muerte volvió y se llevó a 190 hijos, nietos, hermanos y padres. El dolor causado no ha encontrado mitigación y se ha expandido en toda la sociedad aunque no haya un vínculo directo. Cromañón es la marca traumática de este siglo, algo que el psicoanálisis está trabajando y que deberá cargar como desafío mientras dure el dolor de esa angustia.
Mientras surjan nuevas psicopatologías, asumir la complejidad de la subjetividad y buscar respuestas a lo largo del tiempo o buscar soluciones inmediatas es el dilema al que se somete el paciente social de hoy. El psicoanálisis tiene la misión y el desafío de encontrar el equilibrio entre ambas posturas. 06/2007-La Foto es de la Presentacion del Libro en la Feria del Libro

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